Érase una vez, en un reino lejano, ubicado entre altas montañas y profundos bosques, había un pacífico pueblo.
Los aldeanos vivían en armonía, cuidando sus tierras con cultivos y animales. Pero su tranquilidad fue destruida por la llegada de un temible dragón. Este dragón tenía escamas tan duras como una armadura, un aliento que podía quemar la tierra y ojos que brillaban como brasas encendidas.
El dragón aterrorizó al pueblo, exigiendo suministro constante de comida. Al principio, los aldeanos le dieron sus animales, esperando que los dejara en paz. Pero pronto, se quedaron sin animales, y el hambre del dragón era insaciable. Desesperados, los aldeanos acudieron a su rey en busca de una solución.
Con el corazón apesadumbrado, el rey decretó que cada día, un aldeano sería elegido por sorteo para ser sacrificado al dragón. Los aldeanos estaban horrorizados, pero no tenían elección. Rezaron por un milagro que los salvara de este terrible destino.
Un fatídico día, la suerte cayó sobre la hija del rey, la hermosa Princesa. Los aldeanos estaban desconsolados, pues amaban a su amable y gentil princesa. El rey, devastado pero atado a su propio decreto, se preparó para enviar a su hija al dragón.
Mientras llevaban a la princesa a la guarida del dragón, ella caminaba con valentía, lista para enfrentar su destino.
Pero justo cuando el dragón emergió de su cueva, listo para reclamar su sacrificio, apareció un valiente caballero a caballo. Su armadura brillaba al sol y sus ojos ardían con determinación. Este era Sant Jordi, un valiente caballero que había oído del problema del pueblo y había venido a salvarlos.
Con un rugido poderoso, Sant Jordi se enfrentó al dragón. El suelo temblaba bajo los cascos de su caballo mientras él manejaba su lanza con habilidad y precisión. El dragón luchó ferozmente, su aliento ardiente quemando la tierra a su alrededor. Pero Sant Jordi no se dejó intimidar. Esquivó las llamas del dragón y atacó con todas sus fuerzas, atravesando el corazón del dragón con su lanza.
El dragón dejó escapar un último y estruendoso rugido y colapsó, derrotado. Los aldeanos, que habían estado observando con miedo y asombro, estallaron en vítores. Sant Jordi había salvado a su princesa y a su pueblo del terrible monstruo.
Mientras la sangre del dragón se derramaba en el suelo, ocurrió algo milagroso. De la sangre brotó un arbusto de hermosas rosas rojas. Sant Jordi arrancó la rosa más bella del arbusto y se la presentó a la princesa, un símbolo de su valentía y de la paz recién encontrada.
Los aldeanos celebraron a su héroe, y desde ese día, Sant Jordi fue conocido como el protector del pueblo. Cada año, el 23 de abril, los aldeanos conmemoraban la victoria del valiente caballero sobre el dragón regalando rosas a sus seres queridos, celebrando el amor y la valentía.
Así que, amigos, la leyenda de Sant Jordi nos recuerda que el coraje y el amor pueden vencer incluso a los mayores males. Mientras se sientan junto a esta fogata, recuerden que incluso en los momentos más oscuros, un corazón valiente puede marcar la diferencia. Y al igual que Sant Jordi, todos podemos ser héroes a nuestra manera.
Vocabulario
- Aldeanos – Villagers
- Armado – Armed
- Brasas – Embers
- Caballero – Knight
- Decreto – Decree
- Dragón – Dragon
- Escamas – Scales
- Hambre – Hunger
- Lanza – Lance
- Pueblo – Village
- Reino – Kingdom
- Rey – King
- Rosas – Roses
- Sacrificio – Sacrifice
- Valiente – Brave
- Victoria – Victory
Las Preguntas
- ¿Dónde estaba ubicado el pueblo en la historia?
- ¿Cómo era el dragón que aterrorizaba al pueblo?
- ¿Qué hizo el rey para intentar solucionar el problema del dragón?
- ¿Quién fue elegido para ser sacrificado el día que Sant Jordi apareció?
- ¿Qué ocurrió cuando la sangre del dragón tocó el suelo?