En el corazón de Sudamérica, donde el sol besa la tierra y los ríos cantan sus secretos, vivía un pueblo conocido como los Guaraníes.
Estos eran hijos de la tierra, sus pasos se imprimen en el suelo fértil y sus voces son llevadas por el viento de la selva.
En este relato, te voy a contar cómo fue la creación del mundo, no es tal y como la conocemos, para los guaraníes la historia comienza con Tupa…
Tupã, el dios supremo de toda creación, tejió el tapiz de la existencia, lo hizo con la diosa de la luna, Arasy a su lado, descendieron sobre la Tierra, sus pies celestiales tocaron una colina en la región de Areguá, y allí, comenzaron su trabajo divino.
Desde esa colina sagrada, Tupã dio forma al mundo. Moldeó las montañas, pintó los bosques, y sopló vida en los animales. El océano se desplegó en forma de un tapiz azul, y las estrellas encontraron sus hogares celestiales en el cielo nocturno.
Pero la creación más maravillosa estaba por venir, el nacimiento de la humanidad. En una ceremonia elaborada, Tupã formó estatuas de arcilla de hombre y mujer, mezclando elementos de la naturaleza misma, y con su aliento, les infundió vida, dejándolos al cuidado de espíritus tanto buenos como malos.
Estos primeros humanos fueron Rupave y Sypave, cuyos nombres significaban “Padre del pueblo” y “Madre del pueblo”. De su unión brotaron tres hijos e incontables hijas, cada uno con una vida larga y próspera.
Tumé Arandú, el más sabio de los hombres, se convirtió en el gran profeta de los Guaraníes. Sus palabras llevaban el peso de verdades antiguas, y sus ojos reflejaban las constelaciones más distantes.
Marangatú, benevolente y generoso, lideró a su pueblo con compasión. Su risa resonaba a través de los valles, y su legado fluía como un río.
Japeusá, travieso desde el nacimiento, bailaba a un ritmo diferente. Era un bromista, un tejedor de acertijos, siempre volteando el mundo al revés para confundir a quienes lo rodeaban.
Luego estaba Kerana, hija de Marangatú. Ella dio a luz a siete monstruos legendarios, los guardianes de bosques, ríos y lugares ocultos. Cada uno tenía un nombre susurrado en las hojas que se agitaban: Ao Ao, Kurupi, Luison, Pombero, Teju Jagua y Yasy Yateré. Vagaban por lo salvaje, sus formas cambiaban como sombras, su propósito entrelazados en el mismo tejido de la naturaleza.
Pero las leyendas no descansan, se propagan a través del tiempo como ondas en un lago tranquilo. El pueblo Guaraní, cuyo lenguaje no fue escrito hasta tiempos modernos, llevó estas historias en sus corazones. Incluso cuando el abrazo del cristianismo alteró sus creencias, restos de los mitos antiguos persistieron en rincones rurales de la región guaraní.
Así que, mi pequeño soñador, cuando mires las estrellas o sientas la tierra bajo tus pies, recuerda el toque de Tupã, la luz de luna de Arasy y el baile de Rupave y Sypave. Porque los Guaraníes viven en el susurro de las hojas y en los corazones latientes de aquellos que escuchan.
Ahora, cierra los ojos, y que las leyendas de los Guaraníes te arrullen en la maravilla. Dulces sueños, querido.
Vocabulario
- Tupã (God of creation)
- Arasy (Moon goddess)
- Ceremonia (Ceremony)
- Arcilla (Clay)
- Legado (Legacy)
- Bosques (Forests)
- Rural (Rural)
- Soñador (Dreamer)
- Susurros (Whispers)
- Maravilla (Wonder)
- Celestial (Divine)
- Estatuas (Statues)