Había una vez, en una noche iluminada por la luna en lo más profundo del corazón de la selva amazónica, donde los árboles susurraban secretos y las estrellas pintaban el cielo, una criatura mística, una historia transmitida de generación en generación. Esta criatura era conocida como “La Chullachaqui”.
Escucha atentamente, mi querido, mientras comparto contigo esta antigua historia. Imagínate envuelto en cálidas mantas, la habitación iluminada por la suave luz de la luna, el viento hace que las hojas susurren afuera, y la noche alberga misterios que solo las almas más valientes se atreven a explorar.
En un pequeño pueblo, anidado entre los árboles gigantes, vagaba un niño curioso llamado Andrés. Sus ojos brillaban con asombro, y su corazón latía al ritmo de la jungla. A Andrés le encantaba deambular, seguir los caminos sinuosos que lo llevaban más adentro del bosque, donde el aire olía a tierra húmeda y aventura.
Sin embargo, los ancianos le advertían: “Cuidado, joven, aquí habita La Chullachaqui. Un cambiaformas, un engañador que puede llevarte por mal camino”.
Una noche sin luna, mientras Andrés se aventuraba más lejos que nunca, se encontró con una figura misteriosa. La figura apareció como un anciano con manos nudosas y ojos que contenían tanto sabiduría como picardía. Sus pies eran desiguales, uno más grande, el otro más pequeño, como si la naturaleza misma no pudiera decidirse.
“Ah, joven Andrés”, canturreó el anciano, “sígueme, conozco los secretos del bosque, las cascadas ocultas, las orquídeas raras, los caminos hacia tesoros olvidados”.
Andrés dudó. La voz del anciano era hipnótica, sus promesas tentadoras. Pero algo tiró del corazón de Andrés, un recuerdo de las palabras de su abuela: “nunca confíes en un extraño en la jungla, mi niño. Porque La Chullachaqui puede tomar cualquier forma”.
El anciano percibió la duda de Andrés, sus ojos parpadearon, y de repente, se transformó. Ahora se parecía al tío perdido de Andrés, quien había desaparecido hace años. Lágrimas brotaron de los ojos de Andrés. ¿Podría ser realmente su tío?
“Ven”, instó el cambiaformas, “te mostraré dónde bailan las mariposas doradas”.
El corazón de Andrés vaciló. Pero entonces recordó otra historia, la del cazador perdido que siguió a La Chullachaqui dentro del bosque. El cazador nunca regresó, vagando eternamente en círculos, incapaz de encontrar el camino a casa.
Reuniendo coraje, Andrés dio un paso atrás “No”, dijo firmemente. “Tú no eres mi tío, eres La Chullachaqui”.
Los ojos de la criatura se abrieron de par en par, revelando su verdadera forma, un ser retorcido, con ojos huecos y dientes serrados, aulló, su voz resonando entre los árboles, pero Andrés se mantuvo firme.
“No me engañarás”, declaró. “Encontraré el camino de regreso”.
Y así, mi valiente, recuerda la historia de Andrés. Cuando la luna adorne tu ventana, confía en tus instintos. Cuidado con el atractivo de las falsas promesas, pues La Chullachaqui todavía deambula, buscando a aquellos que se desvían de la verdad y la sabiduría.
Ahora cierra los ojos, y sumérgete en los sueños. Que la luna guarde tu sueño, y que despiertes en un mundo donde el coraje y el discernimiento iluminen tu camino. Buenas noches, mi pequeño tesoro.
Vocabulario
- Luna iluminada (Moonlit)
- Selva amazónica (Amazon rainforest)
- Criatura mística (Mystical creature)
- Generación (Generation)
- Engañador (Trickster)
- Aventura (Adventure)
- Anciano (Old man)
- Sabiduría (Wisdom)
- Promesas (Promises)
- Coraje – Courage
- Cazador (hunter)
- Mariposas (butterflies)
- Instintos – Instincts
- Discernimiento – Discernment
Preguntas
- ¿Quién es La Chullachaqui?
- ¿Cómo era el niño llamado Andrés?
- ¿Qué advirtieron los ancianos sobre La Chullachaqui?
- ¿Cómo intentó La Chullachaqui engañar a Andrés?
- ¿Qué lección nos enseña la historia de Andrés y La Chullachaqui?
