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La Rana y el Cóndor

En el corazón de Perú, donde las montañas besan el cielo y el aire zumba con magia antigua, vivía una pequeña rana verde llamada Tito.

Tito no era una rana ordinaria; sus ojos brillaban con curiosidad, y sus patas temblaban con ansias de aventura. Anhelaba aventuras más allá del tranquilo estanque donde residía.

Ahora, el cóndor—¡oh, el cóndor! Para Tito, era una maravilla contemplarlo. Con alas que se extendían lo suficiente para abrazar el sol y plumas que susurraban secretos de los cielos, el cóndor era el ave voladora más grande del mundo. Su sombra danzaba a través de los picos de las montañas, y su grito resonaba por los valles.

Un día, mientras el sol pintaba el cielo de tonos dorados, Tito decidió seguir al cóndor. Su pequeño corazón de rana latía más rápido mientras saltaba por el sendero rocoso, sus patas demasiado largas tropezando con guijarros. Pero Tito estaba decidido. Vería a dónde volaba el cóndor, a dónde llevaba el viento sus sueños.

Más y más alto escalaba, hasta que el aire se volvía delgado y las nubes rozaban sus mejillas. Al fin, alcanzó la alta cueva en la montaña—el hogar del cóndor. La entrada estaba adornada con plumas, cada una una historia de tierras distantes y leyendas olvidadas.

Dentro, el cóndor se posaba en un saliente, sus ojos sabios y antiguos. La garganta de Tito se apretó de asombro. “Gran Cóndor”, croó, “¿por qué vuelas tan alto? ¿Qué secretos guardas?”

El cóndor inclinó su cabeza, su pico curvándose en una sonrisa. “Pequeño Tito”, rugió, “vuelo para tocar el sol, para danzar con las estrellas. Mis alas llevan los recuerdos de los ancestros, y mis plumas tejen cuentos de la creación.”

Los ojos de Tito se abrieron de par en par. “¿Y qué hay de mí?” preguntó. “¿Mis viajes se convertirán en parte de la historia de las ranas?”

Los ojos del cóndor se suavizaron. “Ah, joven”, dijo, “las aventuras nos cambian. Estiran nuestros corazones, como alas alcanzando el cielo. Pero recuerda esto: incluso cuando vuelas lejos, tu hogar permanece dentro de ti.”

Tito escuchó, su corazón de rana se hincha. “Pero ¿y si”, susurró, “cuando alcance esas tierras lejanas, ya no difieran de mi estanque?”

La mirada del cóndor contenía galaxias. “Entonces”, dijo, “debes buscar el camino oculto—el que no conduce hacia afuera, sino hacia adentro. Allí, encontrarás la joya de la sabiduría.”

Y así, Tito regresó a su estanque, cambiado para siempre. Sus hermanos se reían de sus cuentos musgosos, pero él sabía—había vislumbrado arcoíris en la nie

bla sobre las cascadas, deslizado en rayos de luna, y llevado los secretos del cóndor.

Ahora, querido, cuando veas una rana junto a un estanque tranquilo o un cóndor surcando alto, recuerda el viaje de Tito. Pues dentro de cada aventura yace un pedazo de nuestra propia magia, esperando ser descubierto.

Dulces sueños, pequeño. Que tu corazón vuele con las ranas y los cóndores.

Vocabulario

  • Cóndor (Condor)
  • Anhelar (Long for)
  • Aventura (Adventure)
  • Sendero (Path)
  • Cueva (Cave)
  • Plumas (Feathers)
  • Ancestros (Ancestors)
  • Hogar (Home)
  • Sabiduría (Wisdom)
  • Musgoso (Mossy)
  • Arcoíris (Rainbow)
  • Cascadas (Waterfalls)
  • Magia (Magic)
  • Sueños (Dreams)
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